Un derrame cerebral es también conocido como un “ataque al cerebro”.
Un derrame cerebral corta el suministro de sangre y oxígeno a las células cerebrales que controlan las funciones básicas tales como hablar, caminar o respirar.
Cada año, los derrames cerebrales afectan a 750,000 estadounidenses — matando 160,000 y cambiando para siempre las vidas de aquellos quienes lo sobreviven. Para personas de más de 55 años de edad, el riesgo de un derrame cerebral es mayor que 1 en 6. De hecho, es la tercera causa de muertes en Norteamérica y la causa número uno de discapacidades.
La mayoría de los derrames cerebrales ocurren cuando las arterias son bloqueadas por coágulos, placa u otros depósitos grasos. Algunos derrames ocurren cuando partes débiles en las paredes de los vasos sanguíneos se rompen y, a su vez, rompen las arterias. El tejido cerebral necesita un constante suplemento de oxígeno y nutrientes para funcionar correctamente. Cuando éste deja de recibir oxígeno durante un derrame cerebral, este tejido comienza a morir.
A pesar de todo, muchos derrames cerebrales se pueden prevenir (ver Factores de Riesgo). Nuevos tratamientos podrían ayudar a detener el daño cerebral y la discapacidad si son administrados durante las primeras tres horas después del primer síntoma. Por eso es muy importante familiarizarse con los síntomas. Reconocer los síntomas de un derrame cerebral y llamar inmediatamente al 911 ayuda los doctores a reducir más eficazmente los daños de un derrame cerebral y hasta salvar su vida o la de un ser querido.
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